domingo, 22 de febrero de 2009

Querida y callada cómplice:

Desde la primera vez que te vi, nívea, blanca como la luz del alba, supe que debía volcar en ti mis sentimientos; por muy íntimos y profundos, por muy superficiales y vanos, que pudieran ser o parecer.

Desde la primera vez que te toqué, con apenas un roce, y sentí tu suavidad de seda y satén, de tierno algodón, de sueño plácido, supe que eras lo que me faltaba, lo que necesitaba para que mis deseos se materializaran.

Desde que percibí tu sencillez y humildad, tan llana como eres, y, a pesar de ello (o quizá, precisamente por ello), tu grandeza, supe que eras ideal, que en ti me podría sentir reflejada.

Realmente, desde el primer instante, supe que juntas estaríamos más completas; que seríamos capaces de formar algo que, pensasen lo que pensasen los demás, sería mágico y que, desde luego, duraría mucho más que cualquier relación convencional. Nadie podría impedir nuestra unión... y nadie pudo.

Ya no importa que los demás lo desaprueben o lo vean absurdo. Da igual lo que piense la gente. Porque tú, querida mía, durarás muchos años, quizás siglos; tú serás la prueba de nuestro triunfo, y yo... yo habré plasmado en ti, querida hoja de papel, lo que sentía o, lo que sencillamente me apeteció.

lunes, 2 de febrero de 2009

Gatitos =>

Una fan de Alejandro Fernández puso este vídeo en un foro en el que participo y me apeteció compartirlo: