domingo, 5 de febrero de 2017

No soy domable

No soy domable. Lo siento, no es solo que no quiera, es que no lo soy.
Sé que no visto bien, pero visto como quiero según mi conciencia de aprovechamiento y según mis apetencias que no suelen ser las que marcan las modas ni los cánones.
La moda me parece agotadora: cuando era pequeña iba a un colegio concertado, lleno de pequeñas ovejitas aspirantes a pijos que no llegaban ni a chachis, que me decían: «¿Por qué no te pones flequillo? Te quedaría muy bien el flequillo. ¿Por qué no te pones flequillo?». Pero, para cuando me cansaba de escucharles y me ponía flequillo, la moda había pasado y ya no se llevaba el flequillo... Y entonces me decían: «¿Por qué no te quitas el flequillo? Estarías más guapa sin flequillo. ¿Por qué no te quitas el flequillo?»... Y así con todo...
Incluso hubo un profesor en quinto de EGB que me decía que por qué no llevaba lacito, que las niñas llevaban lacitos... Fue la primera de muchas afirmaciones que he oído a lo largo de mi vida que me han hecho dudar (por apenas dos segundos, eso sí) de si será que no soy niña/mujer.
No cumplo con el tópico de distinguir no sé cuántos colores, sino que me lío con todas las mezclas de rojo y azul (violeta, morado, púrpura, lila... ¡Yo qué sé!), el blanco para mí es blanco y ni idea de cuáles son el crudo, el hueso, el blanco roto (¿Cómo se puede romper un color? Se puede mezclar, manchar, difuminar... Pero, ¿romper?), beige, champán... El champán y el burdeos para mí son bebidas derivadas de la uva y fermentadas, no colores. El melocotón, el caqui, la lima... Son frutas... La única fruta que para mí es homónima de un color es la naranja, que, por cierto, también lo es en inglés y francés: orange.
Tampoco coincido en lo de tardar no sé cuánto en arreglarme... Sobre todo porque no me arreglo (¿¡para qué si no estoy estropeada!?).
No me maquillo habitualmente porque no quiero, no me gusta y no me apetece. 
Respeto a quien lo hace y creo que los hombres también deberíais tener derecho a usar maquillaje... cuando os apetezca (nótese la negrita porque ahí está la clave, en la libertad).
«¡Cuánto ganarías si te "arreglaras un poco"!» me dice alguien inevitablemente cada cierto tiempo, refiriéndose evidentemente a que me maquille...
No sé cuánto ganaría o en qué, pero sé lo que perdería:
Perdería mi libertad a tener mis propios colores, el color de mis labios y de mi piel, con sus imperfecciones, sus arrugas, sus pecas, sus ojeras... O mejor dicho: mis imperfecciones, mis arrugas, mis pecas, mis ojeras... Sé que con el tiempo tendré más, pero no me importa, no quiero ocultar que he vivido. 
Perdería mi tiempo y mi dinero ante el espejo... Ese espejo que (las pocas veces que lo miro) me dice insistentemente que sea yo...
Perdería el reflejo visible de mi decisión de no ocultarme, de ser todo lo sincera y transparente que puedo o que sé.
Perdería la tranquilidad de beber en un vaso, copa o taza con la tranquilidad de no dejar marcas visibles y resistentes sin tener que andar quitándolas con una servilletita.
Perdería, en fin, buena parte de mi personalidad y manera de ser.
«¡Qué guapa estás! ¿Por qué no te maquillas más a menudo? ¡Con lo bien que te queda!». Me dicen las pocas veces que lo hago por trabajo, porque me apeteció o porque era necesario para algún papel o disfraz... Yo medio en broma medio en serio, respondo que entonces ya no me dirían lo guapa que estoy o que entonces no me quitaría a los tíos de encima o cualquiera de las menudencias que se me ocurren por no darles la chapa como estoy haciendo ahora con vos.
Y luego, ya sabéis: que tengo que ser menos borde, tener más respeto (a quien no me respeta), ser más optimista, menos crítica, más "como todos" o incluso más "como todas"...
No "tengo que" y de hecho no lo soy... ¡Ni lo quiero ser!, pero es que además no puedo porque no soy domable.
No voy a someterme ni a amoldarme (ajustarme a ningun molde).
Con esto no penséis que no estoy dispuesta a cambiar en algunas cosas, a evolucionar. Lejos de ello, estoy trabajando en pulir y dominar las características de mi personalidad que controlan mis actos de una manera negativa y me impiden estar satisfecha conmigo misma. Lo hago porque me gusta aprender y mejorar. Pero no por ti ni por él, ni por vos ni por ls de más allá, ni tampoco por el qué dirán. Solo por mí, porque quiero, porque lo necesito y porque eso me hará más libre.

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